jueves, 24 de mayo de 2012

Erik Kessels y el perro negro


Erik Kessels, otros de los artistas dispuestos a husmear dónde sea para encontrar tesoros como este, en la caja de zapatos encontrada en un mercadillo había fotografías familiares, en las que aparecían los miembros en sus quehaceres familiares. Lo realmente excepcional de estas imágenes era que esta familia tenía un precioso perro negro, al que en diversas ocasiones, o más bien  multitudinarias, intentaron, sin mucho éxito, tomarle una fotografía en la que se le pudiera distinguir y guardar su recuerdo. Las fotografías están tomadas analógicamente, la fotografía digital ayuda a resolver cualquier problema de este tipo. El fotógrafo no precisaba toda la técnica necesaria para realizar una fotografía decente de su querido perro, por este motivo nunca es completamente visible en las imágenes, el can es siempre una silueta negra. Asique podemos ver una foto de un marido acariciando una mancha negra enorme, una mujer participando en una animada charla con un triángulo negro, de nuevo el marido sin camiseta recostado en un sofá con un garabato a sus pies y así todas. El perro llega a ser algo así como un superhéroe enmascarado, sin dejar de desvelar el secreto de su rostro.
El simple hecho de extraer de estas fotografías un valor expresivo ya es un modo artístico, el hallazgo de un objeto, el encontrarlo y descubrir un nuevo trasfondo marca uno de la temática propia de la ecología de la imagen.
Muy probablemente esta serie de errores repetidos no se daría, puesto que poseemos unas tecnologías capaces de hacer de una noche negra el más puro amanecer. Obteniendo resultados incluso más bellos si cabe de lo que puede ser la realidad. El retoque fotográfico es el sumun de estos resultados. Creando fotografías que más bien son ficciones.


lunes, 16 de abril de 2012

Peter Beard

Fotógrafo, coleccionista, periodista, y escritor, Peter Beard ha diseñado su vida como una obra de arte; los diarios ilustrados que guardó desde su primera juventud se transformaron en una carrera artística profesional y le otorgaron una posición privilegiada en el mundo del arte a nivel internacional.

Su fascinación por la historia natural y la vida salvaje, que sustenta la mayoría de sus trabajos, comenzó cuando era un adolescente. Había leído los libros de Isak Dinesen (Karen Blixen), y luego de pasar un tiempo en Kenia y hacerse amigo de la escritora, compró un terreno junto al de ella. Era el principio de la década del sesenta y los cazadores profesionales dirigían safaris, con todos los aspectos coloniales sobre los que Beard leyó en Memorias de África, que caracterizaban la vida y el paisaje abiertos, pero los tiempos estaban cambiando. Beard fue testigo del comienzo de la explotación de la población en Kenia, de los recursos insuficientes, y las poblaciones de animales abusadas – incluyendo a los elefantes de Tsavo que se morían de hambre por miles en una tierra baldía. Así, el artista documentó cuanto vio en sus diarios, sus fotografías y sus collages. Luchó contra viento y marea para editar libros únicos, y algunas veces estremecedores, con percepciones duras. Los cadáveres tumbados sin cubrir; los hechos fueron consignados cuidadosamente, unas veces a máquina, con frecuencia a mano, y en ocasiones con sangre.